jueves, 23 de octubre de 2008

El capitalismo cada vez funciona mejor (por Noelia Figueroa)

Sí, estoy hablando de ese sistema social que genera ganancias para unos pocos, mientras que hace naufragar los sueños de las mayorías e impide que podamos desplegar todas nuestras capacidades y disfrutar en tanto mujeres y hombres libres y dispuestos a seguir nuestro deseo. Ese sistema que está destruyendo los recursos naturales, asesinando a miles de especies incluida la nuestra, ese mismo; creo muy a mi pesar, que está funcionando muy bien.
Esta crisis actual, cuyas repercusiones ya se están sintiendo en nuestro país de diferentes forma y de la que mucho se habla y poco esfuerzo se hace por comprender cabalmente, parecería dar por tierra con esto que digo, al menos en el sentido de poner en cuestión la misma pertinencia de los –supuestos- supuestos y mecanismos del capitalismo global. Pero en realidad, si lo miramos de cerca, este sistema se basa en que algunas pocas personas vivan de la expropiación del trabajo de otras muchas personas y en esta lógica, cada vez tienen más los pocos que más tienen, y cada vez somos más pobres los que dependemos de la venta de nuestra fuerza de trabajo. Entonces, el capitalismo y sus lógicas en realidad cada vez son más efectivos, cada vez funcionan mejor.
Ante esta evidencia, entonces ¿Cómo es posible que las cosas continúen así? ¿Cómo es que muy poca gente percibe que vivimos inmersos en un sistema injusto y opresor? ¿Cómo es que escasean los proyectos de transformación radical de nuestras sociedades? Estas preguntas, que parecen –erróneamente- formar parte de un combo pesimista de análisis actual, pueden intentar ser respondidas por separado.
Yo creo que las cosas continúan así debido a que este sistema y sus sostenedores ideológicos han desarrollado la tremenda capacidad de transformarse en función de ir generando respuestas y reconfiguraciones a medida - y toda vez- que sus fundamentos se vieron cuestionados, impugnados, por las luchas y demandas de algún sujeto colectivo. Es decir, sus metamorfosis continuas, operadas a nivel estructural, permiten seguir avanzando en la afirmación de relaciones sociales opresivas, a partir de determinados “aprendizajes” y posteriores reformulaciones. Así por ejemplo, cuando la organización de los trabajadores parecía estar facilitada por las características de la combinación fordista- taylorista, y tras varias experiencias de lucha y radicalización política… le damos la bienvenida al fantástico toyotismo, con sus lógicas gerenciales de organización del trabajo, con la consabida transformación de los espacios, y adiós problema. El capitalismo aprende a funcionar mejor.
En relación a la segunda cuestión, debería ser replanteada, por que creo que no da cuenta de la realidad: no es que son pocos lxs que perciben la injusticia de un orden que acrecienta las desigualdades y excluye. De hechos, estoy convencida de que la mayor parte de las personas piensan – y sufren- que el capitalismo “no es bueno”. El problema se efectúa en el pasaje del segundo al tercer problema, esto es, no es que hombres y mujeres confíen en que el capitalismo es una buena forma de vivir, pero si están convencidos de que es la única posible. Otro de los triunfos de un sistema que se va superando históricamente.
No es que se perciba, ingenuamente, que las cosas están armónicamente conformadas y que vivimos en un sistema de equilibrios, sino que la derrota ideológica (en nuestras latitudes, muy vinculada al éxito de la instalación de los procesos que abrieron las últimas dictaduras) justamente consiste en dejar sentado que no hay alternativa viable al capitalismo como forma de ordenar las sociedades. Así el escepticismo aparece a la hora de pensar siquiera como una trayectoria posible entre muchas, en constituir colectivos que puedan disputar políticamente el sentido de este orden. El conflicto se ve así previsto de antemano y desarmado muy inteligentemente y la mayor parte de las discusiones y controversias se da entre vertientes de una misma forma de ver al mundo, visión que aporta justamente a que este sistema pueda estar mas consolidado.
Esta imposibilidad de constituir fuerzas y colectivos que disputen desde un sentido radical, abierto e integral la conformación del orden social es tributaria, entre otras cosas, a que es la misma noción de lo social la que aparece en crisis, debido a las profundas transformaciones y deterioros que han sufrido los lazos, las instituciones y las significaciones sociales que otrora generaban marcos de contención y de construcción que potencialmente podían generar trincheras de resistencia o acciones de avanzada. Esto, sin rememoraciones románticas de un pasado mejor, que quede claro: simplemente, pienso que determinados espacios eran más fácilmente pensables como generadores de acciones colectivas (instituciones educativas, fábrica, barrio, club). Otro de los problemas subsidiarios de éste, al cual gran parte de los que querían transformar las cosas aportó, es la escisión entre lo social y lo político como esferas separadas, casi autónomas en las que se privilegia una en detrimento de la otra. Si bien la primer dificultad mencionada es la más problemática e importante, creo que la segunda hizo mucho a la hora de generar descreimiento en la capacidad de la política por instituir nuevas formas.
En función de estas cuestiones, yo creo que es posible, y sobre todo, es necesario, reconstruir de manera crítica estos lazos sociales, conformar nuevos arraigos, nuevas formas y herramientas, espacios y a la vez, nuevas certezas que partan de la imposibilidad de la Certeza absoluta. Todo esto teniendo en cuenta que esta producción social es en sí misma política, sobre todo cuando intenta tener el horizonte de transformar radicalmente la propia sociedad de la que se parte, las formas de relacionarse entre hombres y mujeres y de éstos con la naturaleza. Ya veremos lo que ese atributo de radical implica, aunque de piso existen algunas intuiciones: entre ellas, la primera, es que una transformación de este tipo debe impedir la profundización y mejora de un sistema basado en la existencia de opresorxs y oprimidxs.

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