jueves, 23 de octubre de 2008

El reemplazo de la política por “la caja” (por Andrés Ruescas)

Era de esperar por donde vendría la crítica al actual anuncio del paso total de las AFJP a manos del Estado en busca de un sistema previsional más justo cuyo pilar es el régimen público de reparto. Disfrazada de progresismo pero de contenido conservador de derecha, con nostalgia neoliberal. Así, como no era de faltar, las primeras voces de espanto se escucharon resonar desde la líder de la CC Elisa Carrió, para quien (consecuente con su modo de pensar la política), el cambio del régimen jubilatorio que impulsa el la presidenta es sólo una cuestión “de caja”, de querer seguir “robando”. Criticando por “izquierda” y haciéndoles el juego a los que en verdad quieren desprestigiar esta medida porque concretamente toca sus intereses, como afirma Alfredo Zaiat en una nota publicada hoy miércoles en Página/12: “Junto a la reestructuración de la deuda en default, la eliminación de las AFJP constituye una de las principales medidas de la administración kirchnerista que afecta al poder financiero. Se entiende así la reacción furiosa de banqueros, asesores, economistas, corredores bursátiles, gerentes financieros & otros aliados que integran una asociación dedicada a lucrar con el dinero de los trabajadores”. Pero claro al pensamiento progresista conservador esto no le interesa.Para ellos, inmersos en el más anacrónico liberalismo: intervención estatal es sinónimo de “meter la mano en el bolsillo”; cobro e impuesto es sinónimo de “expropiación” o “confiscación”; la política es sinónimo de “corrupción”; por eso su práctica se reduce a reducir (valga la redundancia) la política a un expediente judicial, apareciendo así como algo que está de más, que viene a “molestar al mercado” (que por si no quedó claro nunca se autorregula y acude furioso a pedir el salvataje del estado cuando se encuentra en serios apuros).Como extrañamos en este momento a nuestro querido Nicolás (Casullo) para que nos aporte hoy una crítica fresca e incisiva sobre este pensamiento. Aquel que en el último tiempo de su vida se había dedicado a tratar de descifrar el moralismo reinante en el discurso progresista, donde la política ha dejado de pensarse en términos de adversarios, donde el dominio (social, económico y cultural) desaparece para dar lugar a un discurso político que nace recién en la idea de “corrupción”, “el mal desempeño” o la “mala gestión”. Así no cabe plantearse ningún lugar para la lucha y el conflicto, todo emerge a partir del consenso, desde la anulación de las diferencias y los antagonismos, de desechar todo lo que huela a laclauismo populista, entonces, ¿Política para qué? ¿No es algo que sobra si de antemano ya está todo dicho y consensuado en el set televisivo donde “todos somos iguales”?Muy lejos, claro, está esto de lo que Ranciére alguna vez postuló como necesario para que exista democracia, es decir, que esta sólo existe cuando hay política y la política emerge cuando hay desacuerdo.

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