jueves, 23 de octubre de 2008

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES (por Maira Badalotti)

Nadie parece estar inmune de la crisis financiera mundial que estalló a mediados de septiembre en Wall Street. Dada la globalización, sus alcances son incalculables y no se reducen sólo a una Nación o Estado. Latinoamérica tampoco escapa a esta crisis que ha adquirido una profundidad alarmante y la cola del tsunami toca subrepticiamente a Argentina que no sale ilesa de la hecatombe mundial.
Nuestra aparente inmunidad, de la cual la Presidenta, Cristina Fernández, un tanto excedida, se permitió hablar irónicamente en Nueva York ensalzando el “previsor” plan económico del gobierno, no parece tal. Aunque no podemos dejar de reconocer que el país se encuentra mejor situado que frente a crisis anteriores.
El principal prejuicio para Argentina viene de la mano de la caída, cada vez más pronunciada, del precio de los commodities. Para compensar los menores ingresos, resulta deseable que el gobierno recurra a la disminución de los subsidios, hoy de por sí, extremadamente elevados, especialmente los de transporte y energía. De igual orden, el pago al Club de París debería ser postergado, manifestando la intención de pago a largo plazo. Resulta vital, frenar el gasto público a fin de mantener el superávit fiscal por la caída de las exportaciones del tan controvertido “yuyo”.
La crisis también impactó en el ritmo de la actividad económica, la desaceleración ya es notoria en algunos sectores de la producción. El gobierno, acertadamente tiene como principal preocupación mantener los puestos de trabajo. Ante esto, sería útil que encamine sus esfuerzos hacia la implementación de una política pro inversión y pro empleo dirigida a las pequeñas y medianas empresas con el fin de generar nuevos puestos de trabajo.
El fortalecimiento del mercado interno debe ser considerado como una medida urgente a tomar, a través de algún tipo de traba a las importaciones provenientes principalmente de China y Brasil, que dado el menor precio de sus productos por la crisis mundial, afectarían negativamente la industria local.
Brasil, nuestro principal socio comercial, con un real devaluado, no es de temer pero sí de mantener vigilado. En primer lugar, el gobierno debería evitar que el precio del dólar siga subiendo. En segundo lugar, el comercio bilateral mediante el MERCOSUR es una instancia que sería importante mantener debido a los enormes progresos conseguidos hasta el momento. Una estrategia concertada entre ambos países constituiría el camino más propicio y más prometedor para cuidar las industrias locales y simultáneamente salvar la economía de bloque.
La crisis también arrastra consigo y de hecho agrava un acuciante problema que golpea a la Argentina y que ya se encuentra instalado en el ojo de la tormenta de la opinión pública, la inflación. Para subsanar la cuestión, no es de ninguna ayuda que CFK mantenga tozudamente la negación pública de la misma y la defensa del INDEC y consecuentemente de Moreno. La falta de realismo es contraproducente e irrita a los ciudadanos que sufren día a día el encarecimiento de precios de los bienes básicos. Junto con esto no hay que olvidar el aumento de la pobreza, de por si, alarmante.
En este contexto la disponibilidad de financiamiento externo para una economía emergente se vuelve casi nula. La crisis de confianza mundial aumenta conforme sube el riesgo país. Argentina ha dejado de ser un país seguro para invertir.
Ante tal panorama resulta evidente que las olas de la crisis no están lejos de impactar en nuestras costas.
Sin embargo, en mi opinión no podemos dejar de destacar que en este último tiempo la gestión demostró una mayor iniciativa para la imposición de los temas de la agenda. Pero las medidas tomadas me parecen escasas y ponen de manifiesto el cortoplacismo al que es adepto el gobierno.
Se necesita un Estado que demuestre mayor prudencia, con más regulación, que implemente un proteccionismo limitado en materia aduanera y políticas públicas destinadas a paliar la inflación y la pobreza endémica, a fin de alcanzar en un futuro (esperemos no muy lejano), la ansiada distribución equitativa de la riqueza.

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